domingo, 22 de julio de 2012

LA HUIDA MÁS CRUEL DE AQUEL DIA


Una mañana fría de aquel día domingo de 2012, cuando la helada cae y la temperatura llega hasta los quince grados bajo cero en el pueblo que está a ochenta y seis  kilómetros de la ciudad imperial. La carretera interoceánica que traspasa aquel pueblo lejano aun todavía reina con su silencio, aún es improbable que puedas ver algún vehículo transitando, es seis de la mañana, el día ya hace notar su inicio con el cielo  más resplandeciente y reflejante, los pajarillos de los andes ya cantan armonizando el ambiente con sus silbidos  a los únicos viajeros que cargan sus equipajes y suben  al camión que partirá rumbo a Huancarani.

Los pasajeros ya suben al camión, acomodan sus cargas incluyéndome, también me acomodo encima de una tabla que está amarrado a las barandas del camión en la parte delantera, me pongo la capucha, saco mi chalina rosada y me la envuelvo sobre el cuello y la gran parte de la cara. Inicia rápidamente su recorrido el camión encubierta de polvareda que estaba estacionado a unos metros de la plaza de armas del pueblo.
Al camión puedo ver que está parcialmente repleta, hay varias mujeres sentadas sobre los sacos llenos de productos sujetando sus bebes sobre sus rodillas, varones bien encubiertas de chullos y casacas algunos parados y otros apoyados sobre la carrocería del camión. El polvo se apodera dentro del camión, también el frio, algunos solo tratan de cubrirse el rostro con mantas que llevan, ya que al parecer no soportan el frio que se apropia a lo largo de la carretera que transcurrimos.

Ccopi, un lugar donde  tres mujeres y dos varones subieron al camión, habían esperado una hora  hasta que apareció el camión. Traían  sacos de chuño, habas y papa para vender en Huancarani. El camión se ponía más repleto, hasta la señora cargada de su bebe viajaba parada, pues ahí no existía asiento reservado, todos íbamos como sacos llenos de productos, o como de lugar, cada uno buscábamos nuestro comodidad. Mientras que el chofer del camión, que también era el dueño,  seguía recogiendo pasajeros aduciendo que todavía había mucho espacio y tendríamos que acomodarnos.  Subieron todavía más a lo largo del recorrido, un poblador de un lugar que desconozco su denominación, corría  por la ladera izquierda de la trocha seguido de un niño, levantaba su mano derecha, dando señales al conductor para que se detuviera, el  conductor vio y se detuvo. Subió el señor, detrás suyo también subió el niño, pero el señor dijo en voz alta “sal fuera de aquí, a que me sigues, siquiera en vez de que este pasteando ganado, yo no voy a pagar tu pasaje”. El niño no tomo importancia alguna, hasta que el conductor cerró la puerta del camión. Mientras los pasajeros comentaban y hasta repugnaban las palabras del señor que subió, que estaba haciendo mal porque los niños casi siempre quieren llegar a los centros de comercio.

El sol ya salía, todavía sin poder combatir el frio de la mañana, la polvareda que producía el recorrido del camión nos encubría a todos el cuerpo, nos volvía casi un color crema y amarillo, algunos que no se cubrían el cabello parecían rubios, hacia un intenso frio, nuestras manos  ya no podían mover, las casas que vi por las laderas de aquellas montañas estaban muy dispersas, el techo de las viviendas  eran de pajas de la altura, los muros, los cercos o canchones para los animales eran construidas de piedras con barro.  Ahí no se producía mas que la papa amarga en huachos, se notaba la carencia  de tierras fértiles y pampas, solo desiertos casi sin ningún manto de pastos.

Volteamos la última montaña, las tierras y las piedras ahí eran de color acre, mas no como más antes la tierra era de color negro, cuando todavía iniciamos el recorrido. Ya puedo ver el pueblo, está casi en la mitad en la ladera de la montaña, a mi parecer creo que no ha cambiado como había imaginado antes de salir a este pueblo, no ocurrió ningún cambio en tamaño, en forma ni en característica a diferencia que llegue a este pueblo hace doce años atrás, cuando hacía todo lo posible por llegar cada domingo a este pueblo, para mi pues era la ciudad, y hasta tenia tantas ansias de residir y quedarme en el pueblo a  cada domingo que venía a ese lugar. Esta vez vine a ver cómo ha cambiado y recordar  mi infancia, mas no con fines comerciales como lo hacía hace años atrás.

En unos momentos ya llegamos al pueblo todos se bajan del camión, todos pagan su pasaje que es tres nuevos soles,  también pago mi pasaje con el único sencillo que llevaba en la billetera y tengo que dar el recorrido rápido por todo el pueblo para luego salir a otro pueblo que lo escribiré en otra oportunidad.


Jaime Huamá Pérez
 Antropología
UNSAAC, PUCP

martes, 17 de julio de 2012

EL DIA DEL RETORNO A LA UNIVERSIDAD

Tal vez mi objetivo sea averiguar el ansiado APTO  que la espera empezó la mañana del 25 de Marzo 2012, que hasta ahora me tuvo atrapado, desesperado, incómodo y a veces hasta obligado a volver a la Universidad cada viernes.
Puerta principal de la UNSAAC, varios alumnos caminado, me acerco al centro de Idiomas, como no recordar de estudiar Inglés, pero ya lo deje.  Rumbo al nuevo comedor central, no voy  a almorzar sino a averiguar el famoso APTO,  que lo hare en el tercer piso del comedor, ya que ahora está ahí las oficinas de todo el trámite burocrático de la facultad, que la mayoría  de las veces te hacen hora, no lo encuentran tus documentos, te hacen esperar horas y horas y a veces ni te atienden.
Pero mejor me olvido de ese problemón, mejor como no decir que los comensales disfrutan en el comedor deteriorado, hacen una larga cola soportando el calor del día, es más divertido que como la cola se desordena cuando los últimos corren cono una manada de palomas rumbo al primera parte de la cola, como dicen los últimos serán los primeros y  se aprietan todos a la pared de la viejo comedor que aún sigue funcionando.
Volviendo me animo a subir a la biblioteca central, ni una silla disponible para ocupar, está lleno, todos los sillones están repletas de  alumnos, mientras que en el antiguo aula de Donaciones, ese tal viejo canoso discursa cosas interesantes, es el Rector, un Historiador que algún momento también escuche sus clases en la Universidad, al parecer es mi recuerdo ya que fue el primero que me tomo una evaluación en mi vida Universitaria,  mejor dicho ese tío me bautizo en la U con un examen, cuando todavía aún era inocente, y aquella mañana en clases de Antropología General, cuando lo hice caer la cortina roja del aula 213, que me llevaran a la dirección.
A veces me pregunto porque las bibliotecas solo están repletas en épocas de exámenes, mientras que otros días cuando paso por esos lugares, pues las bibliotecas y las salas de lectura reinan su silencio y están vacías umm debe ser la costumbre.
Como no recordar esos tiempo cuando cada tarde después de ir al comedor me dirigía a la biblioteca, a veces  me dormía, despertaba leía, hacia resúmenes, y estudiaba, pues me pasaba la mayor hora del día en la Universidad, siete de la mañana ingresando a la U, a las once o una de la tarde en el comedor, y luego a la biblioteca, a veces todavía volver a clases y a veces quedarme hasta tarde en la biblioteca y dirigirme a la casa a esa de las ocho de la noche, pues son ciclos de la vida, ya pasaron y no creo que vuelvan.
Pero me acerco a la biblioteca esta vez no a leer, sino pero para conectarme a Internet inalámbrica libre que había en mis tiempos, pero compruebo que estos días ya no la hay, ni modo tengo que abandonar ya que no hay ninguna línea disponible, mejor me ubico en Informática, me conecto, reviso mi E-mail, Facebook, Twitter  y a la vez escribo esta nota que tal vez no lo publique hoy día sino otro día.
Fecha: 16/07/12
Jaime Huamá Pérez  UNSAAC, PUCP

CREER QUE ESTOY SOLO, PERO ESTAS A DOS METROS DE MI

Primer sábado del mes de Julio, el sol me quema toda la piel descubierta,  sentado en la plaza Túpac Amaru, después de haber cumplido trabajos pesados, trato de descansar y recuperarme de lo agotado que sufrí. Volteo a la derecha me sorprendes con tu presencia  vienes en dirección a mí, te acercas lentamente, esta vez creo que estas un poco triste, hablamos, me preguntas que hago ahí solo, pero preferimos ir de compras a las carpitas que están en forma de stands en todo el espacio de la plaza. Pues en momentos que caminamos, creo que me encantas, pero no te lo digo porque soy todavía aun nervioso, pero no importa al final estamos y caminamos juntos,  es lo que importa.
 Ya pasaron ya casi un hora,  todavía no hemos comprado, ni encontrado lo que te gusta, lo que te encanta, un momento, allá hay una señora,  donde ya viste anteriormente, nos acercamos, hay varios colores pero mejor te lo llevas el rosadito, te la pones, te miro, que bonitas estas, me miras, te miro nos miramos, pero la tía que no los negocia el articulo parece que imagina que somos un parejita, pues totalmente falso, hasta a veces tú lo dices que es imposible.
Me dices que te vas, te iras al pueblo, mejor te acompaño, hacemos una caminata de diez minutos aproximadamente, llegamos a ese lugar de donde te vas, compras tu pasaje, pero quedan aún algunos minutos para la partida del viaje, y mejor conversamos; me dices que dos semanas de tu vida de hace años te tiene atrapado, todavía se arrastra hasta ahora, es algo que no puedes olvidar, por esa culpa ni ya puedes decir si o no a las propuestas maritales, crees que estas confundida, nublada, cubierto de un manto de neblina sobre tus planes.
El bus, ya se va, te subes y te vas mientras yo me quedo mirando tu partida soportando el calor de la tarde, en unas horas también saldré detrás de ti, pero llego tarde, la tarde ya está hecho oscuro, silencioso, ya no estas, seguro que ya estás en tu casa, alistando para el día domingo que tal tez todavía pueda verte y saludarte.
Fecha: 08/07/2012
Jaime Huamá Pérez UNSAAC, PUCP