Es viernes, es un día
soleado, cielo parcialmente despejado ,
el viento corre suavemente de arriba
abajo, generando algunos movimientos de eucaliptos, pinos, qewñas, y otras
plantas mas…., que en el atardecer generan sombra en el huerto. Por suerte el sol aun no se ha ocultado detrás
de las plantas, mientras tanto no dejo de aprovechar de los rayos solares que
me calientan todo la parte ventral de mi cuerpo que esta desplegado, sobre el pasto verde afable que crece y adorna el huerto de la abuela, con la cabeza estribada
sobre el tallo de las habas, con los pies bien entrecruzados y las manos compuestas
sobre la nuca paso la tarde sin hacer nada.
A unos metros esta la
frutilla con algunos frutos rojizos surtidos con un color blanquecino y
amarillento, a mi derecha hay chacras de papa, mas abajo la cebada crece con
unas espigas bien habituadas en formas de rombo , pienso en silencio y discreto
dispares y al instante a unos metros del huerto escucho el cantar de un pájaro excéntrico,
giro al lado derecho con la cabeza achatada para no interrumpir el estupendo
silbido, percibo al pájaro que me echa un vistazo fijamente entre las ramas enmarañadas del eucalipto enérgico, pero a la vez noto que algo me incomoda en mi
bolsillo derecho, es algo rudo de perfil cuadriforme, al instante se me revela
el concepto de que es mi celular, avivadamente recojo mi mano derecho,
introduzco justo al bolsillo, saco el celular,
me fijo la hora y son las dos de la tarde, recuerdo y me pongo a cavilar que es la hora
exacta que debo retornar al trabajo después del refrigerio todos los días, pero
esta vez no es un día laborable, por tanto no debo ir a ningún lugar, el hecho
me hace recordar la llamada que efectúe el día anterior a una señorita y no
hubo repuesta alguna. Apresuradamente me
decido a volver a llamarla, y busco prontamente
otra vez el numero de la señorita dentro de mis contactos, la sitúo, aprieto la
tecla verde de llamar, me pongo cerca de mis oídos, timbra,¡ tunnn,
tunnn,tummm! Exasperado sigo escuchando, al fin la señorita me responde y logro
oír su voz angelical, hablamos cosas secretas, preguntas y respuestas, platicamos
entre los dos, la conversación ya van ciertos minutos, y se corta la llamada
antes que nos despidiéramos con un eufonía que tintinea pun, pun, pun!, a lamentar!!!! Miro
el celular y está apagado, ¿qué paso? Indago, la batería se había descargado
totalmente, saco la batería de otro
celular la coloco, la enciendo, voy consultando el crédito que me queda, análogamente
la llegada de un mensaje nuevo interrumpe la consulta, mejor reviso el mensaje
de texto nuevo que acaba de llegar, leo
y dice “t cuidas disfruta d tus
vagaciones no t bronsees mucho en los pastitos te kiero mucho”, mas me
pongo a pensar en la señorita, siento en mi cabeza que recorre un calor a todos
lados, mi sangre empieza a correr fugazmente por todas mis venas, dudo si vuelvo a llamar o no! Trato de
tranquilizarme y opto no llamarle otra
vez, y lo propicio será que lo haga de algunos días.
Tan imprevisto ocurriría hasta perder la memoria, por suerte me doy cuenta que las cimas de la parte alta
se han deslucido ,el cielo está nublado con las nubes fuliginosas bastante condensadas,
la lluvia cae en esas partes, viene con orientación al sur, el sol acaba de desvanecerse entre las nubes grises
atormentadas sin ofrecer ningún calor al ambiente, ya hace frio, el viento ya
corre más animosamente, los arboles ya se sacuden más vertiginosamente
con movimientos elípticos a todos lados, al instante tengo que abandonar el
huerto de la abuela, y dirigirme con unos pasos expeditos al lugar donde pueda asilarme
y cobijarme de la lluvia maléfica que se aproxima al huerto de mi abuela.
Jaime Huamá Pérez
UNSAAC, PUCP
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